Antes que nada, un auténtico intérprete o traductor debe contar con un título y licencia profesional que avalen sus conocimientos y capacidades para ejercer como tal, los cuales se adquieren al haber estudiado y completado la carrera de traducción o interpretación en una universidad bien establecida y avalada por un organismo nacional de educación. En México, por ejemplo, el organismo encargado de respaldar la validez oficial de un Título y de otorgar dicha licencia o “Cédula profesional” es la Secretaría de Educación Pública (S.E.P.)
Esto puede parecer muy obvio, pero muchas personas no le dan su debida importancia. Se suele suponer que cualquier individuo que pueda hablar o escribir una lengua extranjera está capacitado automáticamente para traducir o interpretar, ya sea a la lengua materna o a la extranjera. Esto es un grave error.
En primer lugar, es fundamental que el traductor o intérprete profesional no sólo sea bilingüe, sino que debe ser un EXPERTO en su lengua materna y en las lenguas extranjeras con las que trabaja. El traductor debe tener un excelente dominio de la lengua escrita, mientras que el intérprete lo debe tener en la lengua hablada. Ambos profesionales deben ser expertos conocedores, teniendo en cuenta todos los elementos como la ortografía, la sintaxis, la gramática, la lingüística, sus matices, sus múltiples sentidos y diversos significados… todas aquellas sutilezas de una lengua que sólo los profesionales que la estudian a profundidad pueden saber. Un verdadero profesional integra su formación con certificados internacionales que avalan el nivel de conocimiento y domino de cada lengua a la que traduce o interpreta.
Ahora que sabemos quiénes son en realidad las compañías, los traductores y los intérpretes profesionales, ¿hay todavía más niveles de profesionalización? Por supuesto; un intérprete profesional, que ya cumple con los tres requisitos básicos: el título universitario, la cédula profesional y el certificado internacional en la lengua extranjera, todavía puede tener una o más especialidades. Al ser las áreas del conocimiento tan extensas y específicas, sólo los mejores profesionales se especializan en un área específica de trabajo, por ejemplo, existen traductores o intérpretes especializados en el área médica, farmacéutica, legal, literaria, entre muchas otras ramas.
Una persona cualquiera, que pueda hablar o escribir en dos lenguas, incluso si es profesional de otra carrera, es decir, un ingeniero, un químico, un abogado, etc. no es un traductor ni un intérprete profesional y, no está capacitado para realizar dicho trabajo con la garantía que puede ofrecer un profesional que sí lo está.
La diferencia radica en que los traductores e intérpretes no sólo son bilingües, sino que son expertos en las lenguas con las que trabajan, profesionales de la materia y especializados en diversas áreas.
Saber dos idiomas no te convierte en traductor, así como que tener diez dedos no te convierte en pianista.